
Reconocer logros en el aula: más allá de las recompensas extrínsecas
En este artículo reflexionamos sobre cómo transformar las recompensas en auténticos reconocimientos dentro del aula. Más allá de las pegatinas o puntos, exploramos cómo la gamificación y los detalles tangibles ayudan a motivar de forma sana y duradera.
Jorge Veses Amorín & Sabelotodo
8/21/20253 min read
Arrancar un curso siempre viene con el mismo reto: ¿cómo conseguimos que nuestra clase arranque motivada y con ganas? Es fácil caer en la tentación de usar recompensas rápidas: pegatinas, puntos, insignias… funcionan al momento y generan ilusión. Pero si abusamos, el alumnado acaba haciendo las cosas solo por la pegatina y no porque le interese aprender. Y ese no es el camino que queremos. La verdadera magia está en pasar de la recompensa al reconocimiento.
Aquí está la clave: ¿para qué damos esa recompensa? Si es solo para “controlar” la conducta, la motivación dura poco y depende de lo que prometamos. En cambio, si la recompensa se plantea como un reconocimiento a un logro real, el mensaje cambia: no celebramos que hagas algo porque sí, celebramos que te has esforzado, que has tenido una buena idea, que has ayudado a otra persona o que has mostrado constancia. Esa diferencia cambia el ambiente del aula por completo.
Ejemplo práctico: no es lo mismo dar una pegatina porque alguien termina antes la ficha, que dársela por no rendirse en un ejercicio difícil o por ayudar a un compañero a entenderlo. La segunda opción tiene mucho más valor y se nota en la dinámica de la clase. En vez de competir por acabar antes, aprenden a valorar el esfuerzo, la solidaridad y la creatividad.
La gamificación nos recuerda que usar dinámicas de juego (puntos, insignias, retos) puede ser una pasada, siempre que se haga con cabeza. ¿Cuándo tiene sentido? Cuando reconoce avances reales, cuando visibiliza logros compartidos (no solo individuales), y cuando da sensación de autonomía y hace que cada persona sienta que progresa por sí misma.
Lo importante es que no tape la motivación intrínseca, sino que la refuerce: que despierte curiosidad, que dé ganas de seguir aprendiendo y que ayude a cada alumno o alumna a sentirse protagonista de su propio camino. Es decir, no queremos que hagan las cosas solo “por la insignia”, sino que la insignia sea la chispa que pone en valor lo que ya estaban construyendo.
En estos tiempos en los que todo pasa por pantallas, es un puntazo cuando lo digital se transforma en algo que se puede tocar. Una insignia en la tablet está bien, pero cuando un niño o niña recibe algo que puede pegar en su cuaderno, llevarse a casa y colorear a su gusto, la cosa cambia. Ya no es solo una pegatina: es un trozo de su historia en el aula.
Lo físico tiene un poder especial: permanece. Se convierte en recuerdo, en símbolo, en objeto que refuerza la experiencia. Y lo bonito es que, aunque toda la clase pueda tener una insignia parecida, cada una es distinta porque pertenece a quien la ha conseguido. Esa pegatina, esa etiqueta coloreable, ese “trofeo” sencillo le dice: “eres parte del equipo, pero lo que has hecho es tuyo y único”. Ese detalle tangible deja huella y hace que el reconocimiento no se quede en la nube, sino en su día a día.
Además, dar algo físico abre la puerta a la personalización. Que lo coloreen, lo decoren, lo peguen donde quieran… hace que se apropien de ese logro. No solo reciben un reconocimiento: lo convierten en algo suyo, tan único como cada uno de ellos y ellas.
Ten claro qué quieres reforzar: esfuerzo, creatividad, colaboración… Escoge lo que de verdad quieras visibilizar. Que sean símbolos, no premios materiales: pegatinas coloreables, insignias, diplomas… no hace falta nada caro, lo simbólico pesa más que lo material. Reconoce en público, pero con cuidado: celebrar logros motiva, pero no compares. Cada quien va a su ritmo y merece que se valore su esfuerzo en su propio contexto. Y si usas historias o metáforas en clase (viajes, aventuras, equipos), mete los reconocimientos dentro de esa narrativa para darles coherencia.
Al final, las recompensas no son un fin, son un lenguaje. Sirven para decirle al alumnado: “lo que haces importa, lo vemos y lo celebramos contigo”. Y si además se llevan a casa algo tangible, que puedan colorear o pegar en su cuaderno, el mensaje queda aún más claro. Porque aprender no es solo aprobar exámenes: es sentir que tu esfuerzo vale, que formas parte de algo y que tu camino es único. En ese detalle sencillo, en esa pegatina o insignia que parece poca cosa, se esconde una de las grandes claves de la educación: hacer que cada alumno y alumna sienta que cuenta y que nadie se queda atrás.

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